Los silenciosos 2 Capítulo 4.
La sinceridad con que Marleni trataba a sus hijas no se comparaban con el trato dado por su padre a estas. Una de las razones que no entendió Numa en su momento, pero que para Rogelio fue muy fácil. Rigoberto que ya no gozaba de buena salud, se había alejado de estas, luego de vivir en Bosa y más tarde en el antiguo Santa Fé por motivos ajenos a su voluntad, se vio obligado a trasladarse a Girardot debido a que la altura de Bogotá le afectaba su salud, y porque el antiguo administrador de la finca había acordado con Maritza seguirla administrando tal y como lo hizo durante todo el tiempo que estuvo ejerciendo los diferentes trabajos en los municipios aledaños de Bogotá, y donde sus simpatizantes por las buenas actuaciones que tuvo en el ejercicio de sus cargos, siempre le dieron prestigio, lo mismo que a Marleni y sus hijas, que hicieron que se sintiera complacido por el trato deferente que tuvo con ellas, pues, según Rogelio se lo merecían, además de saber que teniéndolas de su lado, le servirían mucho más, de lo que Aida había hecho por este, y de lo que Numa y toda esa cohorte de amistades que lo habían rodeado a cuenta de los negocios que estaba logrando.
- ¿Interés, cuánto vales? Así se lo había preguntado en alguna ocasión a Aida.
Y es que en sus tratos con esta, le había demostrado que su cariño provenía más de lo que este producía, y no por ese futuro hogar que pensaron formar, si no que pesaba más la riqueza que pudiera representar a esta, que la satisfacción de la felicidad por todo lo conseguido, en donde denotaba un interés desmedido por los bienes personales, que lo puso en las bocas ajenas, como si fuera el dios Midas en la repartición de sus bienes, y sobre todo con las mismas mujeres con las que tenía relación, si no que la avaricia la había llevado a encontrones con la misma María y su hermanos. No era mujer de fiar.
Todavía recordaba cómo había actuado cuando supo de las desavenencias que tuvo con Javier, y el interés suyo en saber cómo marchaba aquella relación paso a paso, que a veces creyó que ella misma era la perjudicada. Intuyó que eso estaba bien, pues al fin y al cabo era su marido. Pero...la duda le dejaban pensamientos tortuosos, considerando acerca de las actitudes que iban más allá del supuesto amor que le profesaba, porque quería acaparar todo lo que representara dinero y bienes materiales, como si fuera la verdadera dueña de su vida.
Una relación tormentosa que le ocasionaron más de un dolor de cabeza, máxime cuando el amor que sentía por Maritza desde que se encontraron, cuando fueron a hacer el agasajo en aquella finca del padre recién llegado de la guerra. Y aunque fuera cierto o no, sobre todo lo suyo, Maritza había entrado en su corazón desde que compartieron aquel encuentro en que fueron a saludar a Ambrosio Ortega que había regresado de aquella guerra cruenta y sin nada en los bolsillo porque los bienes de su familia se esfumaron igual que los sueños que tenía sobre hacer un negocio estable para los suyos. Y es que a cambio los suyos iban mucho más allá, que incluso creía que con Maritza lo lograría. Numa, el viejo, el tuerto, bien podría estar revolcandose en su tumba, si es que existía el más allá, que era en lo que creía María, a pesar de cimentar una buena amistad con Maritza, quien a cambio le contaba todo sobre Rosa y Amalia, las dos hermanas, que a veces querían entrometerse en las vida de ambos. Y es que María le permitía conocerlas mejor en esos acertijos que a veces se planteaba, pues ya sabía de los encuentros de Amalia con un periodista, y de Rosa que soñaba con disfrutar de manera hilarante sus conocimientos con otras amistades que no tenían relaccione políticas, ni de poder, muy ajenas a los comerciantes que soñaban con poder y con fama, lo mismo que hacía Marleni y Maritza. Estaba lejos del mundanal ruido de todos. Era como si todo lo que vivía con su familia, más tarde le pesaría. Quería estar lejos de sus hermanas a pesar del afecto que les tenía.
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() | ![]() |