Los silenciosos 2. Capítulo 4.
Dentro de las cosas que pretendía Maritza era la de capotear todo el ambiente ocurrido en la finca y enraizarse de nuevo en la Bogotá de ese tiempo tratando de olvidar y apaciguar lo ocurrido en su finca, y aprovechar así los cambios que sucedieron con el ferrocarril, pretendiendo de paso que Rogelio continuara con el atractivo comercial que la deslumbraba, y aprovechar el posible traslado de la plaza de la Concepción de la décima con décima a la 18 como si la clientela que tuvo en los negocios que participó le recordaran sus viejos amores con Numa, y de los que tanto disfrutó, que le insinuaban mejores beneficios comerciales para los suyos, a pesar de la culminación del transporte público con el Tranvía de Bogotá que a duras penas pudo sostenerse durante todos ese tiempo desde su fundación en el siglo XIX debido a la trascendencia del transporte de gasolina que terminó por implantarse en todo el país, no solo por los hechos violentos que sucedieron con la quema de varios de estos, cuando la trifulca pasó los límites de la cordura con todo lo sucedido por el asesinato de Gaitán, más los hechos acaecidos a Roa Sierra que como piltrafa, el pueblo sublevado trató de hacer justicia por su propia mano, mientras la avalancha de las gentes pasó a dar vía libre a todas las revueltas en donde muchos como Genaro presumiblemente sucumbieron, lo mismo que dicha muerte acarrearía toda una serie de conflictos que desencadenaron la violencia en el país.
Aunque todavía se sentía joven, la salida de una mancha en una de sus mejillas, más la sinuosas arrugas en la comisura de la boca, le indicaban qué los tiempos de la belleza y juventud no durarían todo el tiempo de su vida, y lo mejor era usar mascarillas con la miel y el baño de rosas para cuidar la tersura de la piel, y demás aderezos qué la hicieran sentir mejor consigo misma, y que Rogelio aplaudió satisfecho porque estaba encontrando que Maritza se parecía a Marleni, de quien ya tenía admiración, aunque a esta no le cayera bien. Precavido sin embargo, entendía que el posible encuentro con Aida y Maritza le podría costar un ojo de la cara - como se decía popularmente - y sin embargo sabía que no podría sostener una discusión entre las dos, a dos mujeres airadas - había que respetarlas - así lo pensaba.
Una discusión baladí que no podría permitirse, y mucho menos por la personalidad de Maritza qué podría convertir una tempestad de un vaso de agua en algo peor, quien acariciaba cantar en la posible reunión que tenía programada Marleni en su vivienda.
Aunque Rogelio suponía que los riesgos de ese encuentro de las dos, terminarían en un altercado, pretendía acercarse a la casa en que vivía con Aida y dar por terminada esa relación, y a cambio ayudarla con alguno de los trabajos de los que conocía tan bien, y mediante una dadiva lograría quitársela de encima. No en vano llevaban varios años juntos, soportando los celos que mantenía desde que se conocieron, entendiendo que a esta le gustaba el billete y la buena vida. Una ilusión que cortaría por lo sano y lo mejor para ella.
En cuanto a su vida, seguiría conquistando nuevos mercados que no le daban tiempo para pensar en otras cosas, pues tenía pensado traer más mercancías de Riohacha con que se estaba abasteciendo el mercado, y que no daba abasto con lo poco que llegaba.