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Al recordar el lloriqueo de María antes de morir Valerio a manos de Morocho, cayó en cuenta de lo que Omar les contó acerca de varios comerciantes que se dedicaban a comprar mercancías robadas, cosa que hacía muy difícil la labor de las autoridades para seguir el rastro de los autores por cuanto así no se les podía  incautar lo ilícito a estos, porque desconociendo quiénes lo estaban haciendo, mucho menos sí había comerciantes inescrupulosos que a precios de gangas los compraban, y además por el conocimiento de la doble moral de este, debía existir una relación entre ellos  y Valerio. Su muerte no había sido casual. Dejaba entrever  que tras su fachada de prestamista  escondía otra faceta, y seguramente por su comportamiento,  el que hubiera tenido tratos con él, lo hacía vulnerable a un posible chantaje, puesto que no tenían apego a alguna moral, ya que los mismos que compartían sus negocios, le podrían enviar a otros para que  hicieran lo mismo que hizo con los dueños de las mercancías robadas a varios comerciantes que lo denunciaron en medio de las vicisitudes de violencia en que estaban. Dudaba. Había caído en las manos de todo un grupo familiar sin darse cuenta. Omar no parecía tener tampoco apego a ninguna moral, y menos en la actividad que desempeñaba, porque los hechos que tras bambalinas hizo contra la desestabilización de Javier, así lo corroboraba. Algo parecido a Rogelio que como comerciante nada le importaba sobre la legalidad o no de sus intercambios en una época donde el contrabando por los altos impuestos del Estado a las mercancías importadas, florecía entre los grandes comerciantes que desde la Guajira las traían, o de los barcos de carga que atracaban en Barranquilla. Rogelio que por su temperamento solo decía las palabras necesarias para comunicar sobre sus negocios, y conocido por su parquedad entre familiares y amigos, y poseer un comportamiento amigable y solidario con los que lo necesitaran, en especial con los que luego le podrían dar ganancias, y siendo uno de los que más debía desconfiar, pero que por la intimidad que tuvieron creía en él a pesar de todo. Aunque su corazón dudaba, continuaba con sus afectos. Cayó en cuenta que María le comentó acerca de lo dicho por Omar sobre Adelaida, su exmujer, que le comentó acerca del odio que le tenían los otros hijos de Valerio porque después de separarse de ella y convivir con la mamá de estos, y que luego de muchos años de separarse, volvieron a renovar su amor y convivir con sus encuentros pasajeros que como fruto les dejó una hija, a las cuales sostenía sin disimulo ante su mujer. Maritza se lo comentó a Numa, y este también recordó lo que contó Rogelio de lo que sucedía con los pordioseros que vivían por las calles, quienes al pedirle una limosna, los injuriaba por hacerlo como si en verdad hubiera sido uno de ellos, o por cualquier otra cosa que desconocían, pero que todo hacía suponer que uno de estos sería el que lo acuchilló cuando salió a encontrarse con Adelaida. Según el rumor de estas calles, Morocho podría haber sido, o sino varios de sus compinches que lo acecharon para lograr su cometido. La costumbre de salir de la casa cuando se ocultaba el sol durante mucho tiempo antes de morir, y por lo cual los hijos le criticaban, y mucho más cuando Rosendo, su guardaespaldas, se iba para la casa mientras quedaba desamparado de los demás custodios porque prefería salir solo, confiado en que nada le pasaría.

Eran esos sentimientos que la embargaban y que Marleni lo notó junto con sus hijas desde el primer instante en que supo las relaciones entre ellos, y a pesar que desde muy niña siempre había demostrado sus cualidades artísticas que no tenían Rosa ni Amalia, y con la que más se sintió feliz cuando actuaban juntas y hacían el deleite de sus invitados, y que con el acercamiento de  Numa y la familia de María que nunca fue invitada a sus fiestas por la lejanía de sus ideas, pues no entendía y creía que era censurada por esos jolgorios que celebraba con frecuencia en su casa para reunir los fondos que necesitaba para apoyar a algunos grupos musicales de artistas que con frecuencia acudían  en su ayuda por saber de sus relaciones que tenía con familias prestantes que también con frecuencia necesitaban de los músicos para amenizar sus fiestas. Sabía que Maritza podría ser un huracán e importunar a los que no quería que se le acercaran porque sus rabietas se podían convertir en tempestades, ya que lo había vivido entre esas relaciones de sus hijas y su novios, pero también cuando entraba en esos trances melancólicos donde el miedo, o el susto la podían llevar a esos trances depresivos que solo Numa pudo sobrellevar y que podría llevarlos a otras situaciones en medio de lo que se avecinaba con el parto de esta, y Luisa Fernanda que no sabía de dónde había aparecido, y cuyo nombre le recordaba al que tenía una zarzuela muy conocida, coincidencia que la intrigaba porque creía que esta provenía de España, ya que allí era donde se desarrollaba dicha obra musical y teatral.

Maritza no entendía cómo pudo salir  al encuentro de su antigua amante así de tranquilo entre ese caudal de sucesos que se daban en la Bogotá de entonces, y mucho menos sabiendo que estaba en el ojo del huracán por todo lo que se decía de este, aunque según Omar y sus hombres lo vieron en algunas ocasiones recibiendo o entregando paquetes a altas horas de la noche, de un hombre que con frecuencia se acercaba en una camioneta adonde lo esperaba en la entrada de una de las casas que tenía para el acopio de mercancías, el lugar en que  Rosendo pasaba gran parte del día recibiendo y enviando mensajes, paquetes  o  dineros de los intereses de los préstamos, o el pago de estos. Algo que se imaginó por saber que varias veces lo vieron entregando algo a Morocho, luego de parquear la camioneta en el mismo sitio, y con él a bordo, donde se sabía que desde allí despachaba mercancías a los diferentes negocios que tenía, o que compartía con los administradores. Rosendo además de cumplir con esas labores, controlaba la manera cómo los empleados debían hacer el trabajo en el día a día de las actividades de Valerio, y con que posiblemente  encubría las verdaderas razones por las cuales el mismo Morocho que con frecuencia iba personalmente en el vehículo a recibir dinero o algo  a cambio, le hizo pensar a Omar que podría ser sobre la entrega y compra de mercancías que podrían ser robadas dados los conocimientos que  tenía de Morocho, y que seguramente intercambiaban en otro lugar, razones por las cuales los sabuesos de Omar estaban expectantes.

Por ser alto el volumen de dinero que manejaba, podía hacer préstamos a magnates del comercio, y entre ellos a Rogelio que lo negó de forma tajante cuando Omar le preguntó. Y es que muchos le debían. Su comportamiento airado con los menesterosos y sus encuentros varias veces por las noches con Morocho dejaban mucho que desear, máxime que en los bajos fondos se sabía que este trabajaba como reducidor que entre la jerga popular quería decir que compraba mercancías robadas. Es más, Morocho tenía fama de esquilmar al que fuera, ya que desde niño había sido un gamín que anduvo mucho tiempo de su niñez por las calles bogotanas. Alguna razón tendría para asesinarlo, y que como dato curioso en está ocasión Adelaida no fue a esperarlo como siempre al frente de su casa desde  el otro lado del andén, razón por la cual se dudaba de ella, pero que según Omar podría ser una extraña coincidencia puesto que desconocían las relaciones que tenía con Morocho, y menos que supieran por qué después de reunirse con ella y acompañarla a su casa, se regresaba adonde varias veces lo vieron reunido con su asesino, o entrando a la casa que diariamente Rosendo visitaba. Y por qué su asesino que sabiendo que Valerio era ducho en la defensa personal, cayó herido y muerto posiblemente por Morocho, y quien además a los pocos días, también murió en una reyerta que tuvo con desconocidos, que le armaron bronca por las mismas calles que frecuentaba, lo que demostraba que pudo caer en una trampa orquestada por los que lo querían muerto, y que Omar para saber de aquel enredo misterioso, le logró sonsacar a Adelaida otras razones que daban más pistas sobre los motivos de su muerte, debido a que   no quería continuar con el romance por la presión de sus hijos, que lo obligaron a tomar esta decisión con la promesa de una pensión por cuenta de él, hasta que cumpliera su hija la mayoría de edad. Así Numa fue hilando la supuesta trampa en que los pudiera estar metiendo Rogelio y Omar, a sabiendas que todo podía conducir que detrás de todos esos hechos confluían con un posible complot de los que Omar era ducho.

- Numa, por Dios, le dijo Maritza. ¿Cómo se atreve a creer que Rogelio está del lado de Omar contra nosotros?

Este la miro como siempre lo hacía en esas circunstancias cuando Maritza demostraba duda. Quiso decirle los celos que sentía en los días que iban a atender las invitaciones de María que a pesar de la camandulería con su fe, le parecía que quería que fuese la cuñada, de una mujer que no era muy apegada a la fe de estos, y eso era algo que Numa había notado de su empeño, luego que se encontraron con toda la familia en las tierras de los Ortegas, y mucho tiempo después de su insistencia para que se casaran por lo católico tal y como ellos lo hacían en su familia. Se notaba que su insistencia se evaporó luego de un buen tiempo, y que ahora por el contrario la atendía como si en realidad ella fuera la que más le convenía a Rogelio en esos almuerzos en que a Maritza y Aída las llevaba a que vieran cómo preparaba sus platos preferidos. A Maritza que no le gustaba acercarse a la cocina se veía obligada a compartir con Aída que no le quitaba la mirada cuando Rogelio se acercaba a decirle algo con la cortesía de siempre, y el respeto que parecía tener por Numa. Intuía que no quería tanto a Aída, a sabiendas que Pedro Luis y esta fueron los que más se opusieron a la amistad con ella, pero que la vida los fue acercando, y que para Numa esos convites se estaban convirtiendo en hostigantes porque ya no se sentía cómodo por las atenciones de la anfitriona que parecía estar jugando con los sentimientos de este.

- ¿Numa, acaso cree qué yo...?

Sin dejar que terminara lo que iba a decir, este la tomó por los brazos y le acercó la cabeza a la suya, acariciando sus cabellos con sus manos, le dijo a manera de susurro:

- Si amor, eso creo.

Contuvo su respiración y prefirió alejarse porque sabía que desconfiaba del padre del hijo que llevaba en el vientre, mucho más de lo que podría desconfiar de Rogelio. Entonces comenzó a pensar sobre todo lo que habían compartido y disfrutado. Sabía que la vida era corta, y su tiempo se estaba apagando.
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