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Y es que Numa no quería saber más nada de esto, lo que que comenzó como el acercamiento de nuevas amistades, se estaba tornando como lo que sucedía en esos grupos políticos, o de religión donde se consigue mediante la presión sicológica de los que participan, cuando todos se comprometen a realizar una tarea. Ahora le tocaba el turno a Maritza y por ende a Marleni, que tenía que atender a su hija y acudir también en ayuda de las labores del parto a Luisa Fernanda, atendiendo los intereses de Omar, Rogelio, Pedro Luis, María y Aída, quienes seguramente ya se habrían puesto de acuerdo en lo que seguía.

Desde que todos resultaron amigos y comprometidos con una causa en que la sutilidad de Rogelio y la fogosidad con que Maritza que acató a su sentimiento de indignación por lo que ocurría en las calles bogotanas y en el país, luego de recluirse con sus padres y hermanas en la extensa finca que tenían a pesar que a Rigoberto siempre le había gustado la soledad, prefería que Marleni y sus hijas solo lo acompañaran en las reuniones protocolarias cuando ejerció los diferentes cargos como burgomaestre, o en las empresas estatales que dirigió gracias a las amistades políticas conseguidas en el ejercicio de sus cargos por diferentes pueblos de Cundinamarca, y en el que la cercanía con estos, le permitieron participar de las bondades del sistema sin granjearse enemistades peligrosas, si no las normales que se consiguen en esos cargos públicos de un país que por su escaso desarrollo económico debía devolver a sus seguidores mediante contratos, los favores recibidos. Aunque no le gustaba, sabía que así era como se desenvolvía la sociedad, y que paliaba con sus aventuras rosacrucistas de unos amigos que tenía desde la juventud adonde procuraba no inmiscuir a su familia, y que como buen componedor la trató de alejar, solo hasta cuándo participaba en actos públicos que organizaban, para así quedar bien.

Rigoberto aceptó refugiarse en la finca para saber por qué Maritza le había quitado los poderes amplios que siempre le dio a su fiel mayordomo Gabriel que lo protegió en las épocas difíciles de la violencia lo mismo que a su familia y los bienes de la hacienda, y que en esta ocasión creía que haría lo mismo, pues su confianza no se la había disminuido a pesar de lo sucedido con Maritza, fuera de tener el derecho de vivir dentro de ella sin que el salario lo hubiera menguado. El conocimiento que tenía sobre el capataz de los peones que laboraban dentro de la hacienda, más su cercanía y conocimiento de los dueños de las fincas de la región, más el amplio vecindario que lo respaldaba, lo hicieron sentir seguro en su propiedad, y mucho más cuando sabía que gran parte de los hijos de estos, antes de partir al encuentro con Ambrosio a la región donde se tejía desde hacía años el rumor sobre el origen de la familia que parecía multiplicarse en esas tierras que a pesar de vivir lejos, en esos encuentros se reconciliaban con Dios y sus familias, así otros dijeran lo contrario, pero que sin embargo entendía porque eran costumbres lejanas donde las gentes creaban sus propias fantasías acerca de esos encuentros. No creía que en la despedida cuando fueron de paso a la capital a festejar con Maritza a donde Numa, el largo camino que harían para congraciarse con aquel grupo de campesinos que con costumbres diferentes, también eran parte de los suyos, y que cuando iban a hacer sus compras eran bien atendidos en los negocios que estaban abriendo.

Se suponía que Omar y Rogelio tenían una estrecha alianza para aprovecharse del caos que vivía la población en medio de las ruinas en quedó gran parte del centro de Bogotá, provocada por la liberación de los presos y los saqueos de los que llegaron de las barriadas pobres del barrio Egipto, de las Cruces,  la Concordia, y la Perseverancia a donde se crio Gaitán, y que acudieron a vengar su muerte, que terminó con el asesinato de Roa Sierra, el autor material que conmocionó a todo un país, y más allá de las fronteras; estos ahora querían aprovecharse a pesar de las intenciones de María o del mismo Pedro Luis, y que Numa suponía como cierto que muchas veces los hombres con las características sicológicas de Rogelio y su manera de actuar por la ambición del dinero, y del otro que a pesar de su oficio, su moral no se parecía a los que querían el bien para los ciudadanos que debían proteger.

- La ambición rompe el saco, se lo dijo en alguna ocasión Nuna Pompilio.

En los tiempos que Rafael y Omar discutían la forma cómo podían hacerse con la casa de Javier por una supuesta deuda que tenía con él, y que le prestó para que la saldara con Genaro.

- No todo es cómo nos lo pintan, dijo Rigoberto.

Estaba convencido que aquella noche de la despedida a pesar de que dejaron sus caballos, al frente de la casa de Numa, mientras que con su voz un poco ronca por la edad, los deleitó con algunas de las poesías que conocía de memoria, mientras Maritza cantaba a capela algunas de la canciones que con Marleni, cuando su papá estaba más joven, lo deleitaban con las canciones de Armando Armani acompañada con el piano por su madre, entonando la música que tanto disfrutó en sus años más juveniles.

No, esos muchachos solo habían ido a disfrutar de su juventud en una urbe convulsionada, mientras los vecinos con la mojigatería de la que siempre hacían gala, les achacaba los muertos de otros, que sí llegaron a horrorizar con sus acciones vandálicas.

Numa nunca lo olvidaría, y presumía que Maritza tampoco.

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