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Numa por fin entendía otras cosas de lo que Omar contaba. Pudo ser víctima de lo mismo, aunque económicamente no se sentía mal. Su modesta pensión de todas maneras lo gratificaba, pero entendía que en medio de las vicisitudes que tuvo a través de los años, terminó por perder a su familia; y también creyó que dentro de sus corazones los padres podrían tener algo de culpa. Ya estaban muertos. Serafín estaba ahora con él, pero de sus dos hijas no sabía nada. Pensaba que algo había sucedido respecto de lo dicho por Maribel cuando vio a Carlos en uno de esos pueblos que estuvo de niño. Era como si la historia se repitiera de otra manera, pero que lo vivió en la cordillera cuando fue llevado por los hombres de este en una camilla hasta el hospital San Rafael en Ibagué. Lo que Omar les estaba contando dejaba entrever que estos personajes podían inventarse comodines fatales basados en el conocimiento que tenían sobre los hombres que los involucran dentro de lo que planeaban, y así podían jugar con la suerte de sus vidas usando a sus esbirros porque sabían cómo podían reaccionar en caso de que fueran provocados o agredidos, en esas suposiciones que bien podrían idearse acerca de lo que pudiera suceder en caso de un altercado.

Es más, lo que les daba a entender era que sabía de muchas de las situaciones que vivía el país, y que en un futuro algún escritor podría contar de manera artística el desborde de todas esas pasiones que degeneraron   con las exaltaciones de las turbas con la muerte de Gaitán, incluso qué los miembros de esas cofradías secretas donde agentes del estado conociendo todo lo relacionado de las vidas privadas de los ciudadanos, se aprovecharon de estas circunstancias.

El caos generado a donde más de uno cometió algún delito, mientras que los presos fueron liberados y el alcohol y los sentimientos políticos y religiosos afloraron para hacer de lo que nadie previó terminara en una sublevación imparable, que la misma ley al intervenir, los encargados de la defensa de la seguridad ciudadana se hicieron a un lado ante los sentimientos desbordados donde todos se creyeron con el poder suficiente para hacer justicia por sus propias manos, mientras los asesinos y los ladrones creyeron que era el momento de conseguir lo que antes no podían hacer.

Omar hacía parte de ese grupo de inteligencia que sin aparentar sus sentimientos personales obraba a sabiendas que tenía que respetar lo que la ley decía, pero que ante esas circunstancias muchos de sus coetáneos y compañeros de servicio infringieron ante la oportunidad que se estaba dando. "La oportunidad hace al ladrón" decía un viejo proverbio, y que en algún momento, lo dijo este.

Ante esto, Numa respondió:

-No es la oportunidad. El delincuente siempre lo es.

-Y entonces qué hacemos aquí, dijo Aída.

María se santiguó.

-Que Dios nos ampare y nos favorezca.

Maritza, qué contemplativa ante esa salida de María, miró a ver cuál era la reacción de Omar, y así comprendió que era cauto. Al fin y al cabo su formación le permitía saber en qué mundo estaba. Incluso sabía que en un país de leyes, la libertad política y religiosa estaba contemplada dentro de la constitución de la Regeneración de Rafael Núñez, y los designios trazados desde “El Cabrero" en Cartagena, en donde se erigió la constitución de 1.886, y de la cual el poeta Víctor Hugo dijo en alguna ocasión:

-"Es una constitución para ángeles".

Y a pesar de que en el gobierno de Olaya Herrera que aceptando "El Concordato" con la iglesia católica en el gobierno de la Regeneración, coadyuvó para que "La Revolución en Marcha" de López Pumarejo que encarnara los ideales liberales que por fin instauraron cuando llegaron al gobierno, y que dentro de su logística personal sabía que sí el mundo estaba cambiando en el espíritu de esas leyes, esos imaginarios arcaicos de poder impedían obrar de otra manera a lo que pensara. Su pragmatismo era tal, que sabiendo de todas las arbitrariedades que se cometían contra los indefensos, en esos ríos revueltos de la sociedad en donde hubo centenares de muertos, él y todos estaban expectantes porque muchos estaban participando en esas gestas de desgracias para unos, y de triunfos para otros.

Es más, precisamente adonde Marina trabajaba, sabía que uno o todos los bienes registrados y contratos de Genaro, cuando pasara toda esa turbulencia política, quedarían redimidos mediante la adquisición de estos por otros, sí con el tiempo no aparecía. Lo mismo podría decirse de otras pertenencias de particulares situados cerca del Capitolio. Es más, suponía que ni Genaro ni otros que figuraban como dueños aunque no fueran propietarios reales, no podrían cambiar el rumbo de la historia.

Tendrían que pasar años para que la verdad se supiera, aunque no lo creía. Una cosa era la ley, y otra la mentalidad de todos los que intervinieron en las luchas insensatas en el que todo un pueblo más por la ignorancia, terminó por refrendar una masacre que se continuaría por muchas décadas hasta que la misma sociedad se encargara de redimirlas.

-Yo estaré aquí muchos años más -dijo Omar- aunque Uds. no lo quieran.

Numa lo entendió ya que era un hueso duro de roer. Hacía parte de un Estado que reflejaba el imaginario popular en esas disputas por el poder adonde todavía la religión y la política se confunden, y en donde las ambiciones personales hacen parte de esas realidades que acababan de imponerse mediante la fuerza, pero que los cambios sociales hechos en el gobierno de López Pumarejo, más temprano que tarde regresaría tal y como lo preveían algunos pensadores que sabían que no era la libertad que quería la mayoría.

Fue entonces cuando le preguntó a Omar:

- ¿Cree que en estos acontecimientos también juega el destino que algún Dios desea, así no sea el nuestro para todos?

En esos tiempos Numa conocía más de una cofradía dentro del vulgo, pero también sabía de aquellos que se organizaban en base a predicciones pretendiendo convencer a la población con sus historias sacadas de contexto, que no eran más que patrañas para usurpar los bienes de otros, o conseguir alguna ganancia.

-Ud. me habla de esas cofradías muy parecidas a las de "Los Pitagóricos", respondió Omar.

-Sí, contestó Numa.

-Le voy a decir una cosa: Nosotros podemos leer el pensamiento de las personas sin ser brujos.

-Eso ya lo sabemos desde hace tiempos, dijo Rogelio. ¿O acaso para que existe la inteligencia del Estado? ¿Acaso no se sabía lo que podría pasar?

-Y pasó, dijo Marina.

-Yo lo sé también, dijo María.

-Claro que van a venir muchos adelantos científicos, recalcó Omar.

Entonces se explayó sobre lo que consideraba acerca de los adelantos que se preveían cuando fueran eliminados por completo los bulbos de vidrio donde los nuevos instrumentos de la radiotecnia estaban facilitando la vida de las personas, por los nuevos instrumentos que los reemplazarían a base de la arena que todos encontramos en los desiertos.

-El silicio, dijo Numa. Vendrán instrumentos más pequeños que no necesitarán tanto consumo de electricidad y energía.

-E incluso, dijo Omar, tal vez podremos leer el pensamiento de los humanos, o tal vez el pensamiento movilice máquinas robóticas.

-Llegaremos a la luna, o a Marte, dijo Maritza.

En ese cúmulo de ideas Omar comenzó a explicar acerca del papel de la sugestión en las sociedades y en las personas en particular, y de cómo estos investigadores podrían en su provecho manipular la psicología de los humanos.

- ¿Se imaginan Uds. que basado en las historias que ahora nos conmueven, alguien nazca en un determinado día, o que determinada fecha, y que más adelante un escritor basado en esas coincidencias escriba premonitoriamente acerca de lo que determinadas fechas tal y como lo creían en su tiempo "Los Pitagóricos", podrían intervenir en el destino del ser humano? Les preguntó Omar.

-Sí, dijo Numa, que conocía por los libros y las historias de Benjamín, que había sido influido por la revolución francesa.

-Esas son maldiciones, dijo María.

-No, son suposiciones que nosotros nos inventamos de acuerdo con otras que también fueron parecidas, y que podrían tener un asidero científico.

-Lo de Nostradamus, dijo por fin Numa, no hace más que parte de una leyenda.

-Pero dentro de algunos años la humanidad seguirá hablando de él, dijo Omar.

- ¡Calenturientos, les gritó Aída! Nosotros vinimos a celebrar la hospitalidad de María, y Uds. salen con esto. Hablemos de otra cosa.

-Decía -siguió diciendo Omar- que algún insuceso de una persona, que suponiendo y tomando como ejemplo, su nacimiento en un mes once, y en un día veintidós, por esas circunstancias poco creíbles que se suceden en la sociedad, grandes cambios o sobresaltos sucedan en dichos días, o que a él mismo le haya sucedido algo catastrófico, y que otro escritor por esas coincidencias de la vida escriba sobre el mismo tema, pero con situaciones diferentes, y que uno de nosotros...

-No me diga, dijo Rogelio. Eso no se da.

-Sabe que sí, se puede dar. Dijo Omar.

- ¿Cómo qué? Preguntó Marina.

-Que nosotros los hombres por ser tan ignorantes sobre nuestros orígenes tendemos a echar mano de todas esas maledicencias que creamos, y les atribuimos que lo escrito en algún libro por alguna coincidencia que vive una persona por su parecido dentro de lo que redactó el escritor, otros mediante amenazas sibilinas le envíen un mensaje que concuerda con lo que se dice en aquel libro.

-O sea, dijo Rogelio, lo que diga un libro, mediante canalladas los criminales se las adjudican.

-Algo parecido, dijo Omar. En nuestro medio es muy común. Estamos haciendo un trabajo como el que le digo que debe hacerse a Javier, y mediante la sugestión lo inducimos a leer ese libro, y tratamos de inducir a que como concuerda con su vida, le hagamos creer que todo es por su culpa.

-Esos son los lavados de cerebro, respondió Numa.

-Mejor aún, dijo Rogelio. Si contamos con el poder, podemos hacer que si trata de contar sus historias en un libro, hagamos que los de la imprenta se lo dañen en la página once o veinte y dos.

-Así de sencillo, dijo Omar. Si quiere salgamos a la calle a ver cuántos menesterosos que andan por ahí, los podemos usar para reforzar estas ideas que hemos creado. Están en esa situación por muchas razones.

-Por la violencia, dijo Numa.

-Por los mismos bienes de los que estamos hablando ahora. ¿Eurípides, acaso no los asesora?

- ¡Bah...! Respondió Numa. Por la ignorancia, terminó diciendo.

-Ud., dijo Rogelio, ahora parece ser el juez de nuestros propios destinos.

-No, yo no. Son nuestras conciencias las que nos dicen que a pesar de estar haciendo algo indebido, otro haría lo mismo porque vivimos en un torbellino de pasiones sociales donde nadie tiene compasión por nadie, y el cual más trata de acomodarse para sobrevivir.

-Y mejor, dijo Rogelio.

Numa, sin embargo dudaba de la sinceridad de Omar para con ellos. Más bien creía que en algún momento los traicionaría, tanto o lo mismo que lo pudiera hacer Rogelio, sino le cancelaba con lo que le había pedido por la posesión de la casa.

Ni Aída ni María ni Maritza lo sabían. Solo Omar. Definitivamente no era de fiar.         

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