Los silenciosos 2. Cap 1.
Rogelio quería lo mejor para los suyos. Engrandecer el espíritu con el que soñó, rodeado de las fantasías que engrandecen a los hombres, y con el corazón puesto en la dicha de poseer los bienes conseguidos con el sudor de su frente. Esa era lo mejor de lo que perseguía en los negocios que tenía, y con el acertijo de resolverlos a su manera; generoso consigo mismo, y satisfecho por lo que ganarían los suyos, y por lo que la vida le deparara.
Ese era Rogelio. Y toda su familia. Era creyente, aunque no participaba de los encuentros religiosos con que se congratulaba María colaborando con los diezmos que semanalmente le pedía los fines de semana en la iglesia de La Concepción, regentada por los padres Capuchinos que desde pequeña seguía en sus devociones. Rogelio todavía sentía el apego por Maritza, pero entendió que las incomprensiones los llevarían a las dudas de su reciente unión. Mientras la descofianza crecía con las impertinencias de Maritza qué a diario le insinuaba que esa unión no era más que la fachada de su ambición por el dinero, mientras que a Numa lo quiso hasta el momento en que se dio, su fracasado parto.
- Si, Rogelio. No me digas que no. ¿Y luego el amor que sentías por Aida, en qué quedó?
Le dolía lo que pasó. Aida solo era un espejismo de algo que no pudo ser. La quiso como se ama a una mujer, pero sus intromisiónes y los celos que la perseguían desde que se conocieron en Nemocon, y aunque luego de su insistencia por quererla más allá de lo que pudo, tanto así que estuvo tentado de quedarse a vivir allí, y por el bien suyo y de María, aceptó irse a vivir por un tiempo a la casa de la familia por unos días, mientras buscaban una casa para convivir juntos. Sus celos la mataban y le importunaban su vida con frecuencia, que incluso a veces en sus negocios los perjudicaba porque en sus tratos con estas, a veces le insinuaban las desaveniencias de Aida con sus clientas. Llevaban algunos años en esas trapizondas, tanto que llegó a pensar que no lo quería, sino por el dinero que estaba haciendo alrededor de sus negocios. Y ahora Maritza le resultaba con las mismas.
Aunque parecía que esa unión lo beneficiaba. Un posible heredero de Genaro no le caería mal. De todas maneras intuía que algo podría sacar de esa relación, no en vano la muerte de Numa Pompilio qué no había sido a propósito por las circunstancias en que se dieron. Su relación que fue franca y amistosa en ese interin de sus vidas, no solo reflejaban una profunda amistad, sino la sinceridad de compartir las aventuras escabrozas que les sucedieron.
La vida pasó sin darse cuenta en la que juntos compartieron, y sin querer la relación con Maritza los fue haciendo una especie de comunión con María que los quiso en esos amores tensos que se dieron. El propósito de Carlos no fue otro que el de proteger a los suyos con la cercanía de Numa, y así alejarlo de su propio entorno por ese oscuro secreto que la familia tenía acerca de su origen, ya que su tozudes lo pudiera llevar a desenmascarar esas relaciones que los podría hundir en medio de la crisis de un país en el que las tradiciones sucumbian frente a los que detentaban el poder, y su interés por arraigarse en una sociedad extraña, y de la cuál podrían sincerarse logrando sus propositos. Sus ambiciones eran tantas que incluso el origen de Numa y la dura realidad por la que pasaba podría con el tiempo perjudicarlos. Carlos solo quería saber si desconocía o no de su origen, o si por el contrario habría que dar por terminada dicha relación. Un vínculo que entendió Numa cuando apareció Carlos en la visita que hizo a la región donde se encontró con Maribel y Benjamin, teniendo casi la certeza de que se conocían desde antes como si algo los atara en esas amistades que de jóvenes se dan, y a pesar de decirle que si por algún caso algo sucedía con la llegada de algún contingente, o de algo parecido, se guareciera, y por seguridad se marchase, y así fue que cambió el rumbo de su vida.
Rogelio sabía que algo ganaría por ese amor que aparecía como si todas las circunstancias se hubieran dado a su favor. No se vanagloriaba por lo sucedido con la pérdida del vástago de Maritza y Numa, más la pérdida de Adina, la verdadera madre de ese vástago por el que se atrevió luego del ofuscamiento de Maritza con Numa Pompilio a cuenta de la muerte de su hijo, y la posible sospecha de dudar de la otra muerte de Adina en medio de esa desestabilizacion que todos vivieron, pero aún así en su interior creyó que ganaría en esa unión con Maritza, después de ser testigo de lo que esta le hizo a Numa, acusándolo de la muerte de su propio hijo.
A pesar de todas esas inquietudes se sentía bien. Su capital aumentaba, y creía que con Fernando como administrador de aquel negocio que ahora funcionaba bajo su cuidado, le iría a dar más oportunidades en ese mundo de los negocios, pues el contrato que firmó con Genaro le estaban despejando las dudas que tenía sobre la inversión del capital que estaba haciendo. Aunque Maritza no le despertaba dudas, estaba seguro que su hijo sin proponerselo le abriría otros caminos que desconocía por las oportunidades que se presentaban por su origen, mientras que Maritza lo que buscaba en remplazo de su hijo muerto y la de Adina qué como sombra la protegeria del orgullo de una madre en esas circunstancias. Crecería al lado de sus hermanas sin ningún trauma porque le regalaría el amor que nunca podría conseguir por perder esa oportunidad con que la vida la castigó. No podría volver a tener un hijo suyo propio. Había perdido la fertilidad como mujer.
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