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2. Maritza se había ido. Se sentía sólo. Mucho más que cuando estuvo joven. En una ocasión que compartió con unos comerciantes de los recién llegados a esta ciudad, que venían en pos de la fortuna que podrían conseguir porque con sus experiencias tenían los conocimientos suficientes para hacerlo, pensó que también podía hacer lo mismo. En esas guerras fratricidas uno de ellos logró conseguir un escalafón dentro de ese gremio policial que le permitía adentrarse en los orígenes de muchos compatriotas, y en la de aquellos que por alguna razón de las guerras internacionales llegaron a rehacer sus vidas con los suyos. No era ajeno a ellos. En sus marchas por esas montañas agrestes los venía conociendo en fondas y posadas que además de permitir el descanso, los iban llevando a ese nuevo mundo de ciudades. Para algunos podían ser los extraños destinos a los que todavía no estaban acostumbrados, donde los sombreros, las ruanas, los alpargates y todos lo...